16 agosto, 2007

HONORIA, rebelde porque el mundo le hizo así

Hay un refrán alemán que dice “niños pequeños, pequeños problemas, niños grandes, grandes problemas”. La historia de Honoria, hija del emperador romano Valentiniano, va muy bien para ilustrar el segundo caso.

Justa Grata Honoria nació en el 419 dC, diez años después del primer gran saqueo de Roma de Alarico (que se lió una buena… bárbaros entrando en la capital!). El Imperio Romano de Occidente llevaba poco más de 20 años de historia y no ganaba para disgustos.

La madre de Honoria, Gala Placidia, se merece un blog aparte. Para dar un par de pinceladas, fue secuestrada durante el saqueo de Alarico y acabó enamorada de Ataulfo, el heredero godo. Como rey godo que se precie, Ataulfo tiene una estatua en la Plaza de Oriente de Madrid. No sé en qué modelo se habría basado el escultor, pero parece que estaba bastante bueno… bueno, que me lío, que después de que asesinaran a los hijos que tuvo con Ataulfo y salvarse ella por los pelos, Gala Placidia volvió a Roma, donde su encantadores parientes le hicieron casi tantas barbaridades como sus cuñados bárbaros.

En este ambiente familiar, es de cajón que la niña Honoria acabara un poquito tocada. Tampoco ayudó su proceso de educación como casta devota en Constantinopla. Estaba bastante salida. Si su vida entre rezos y contemplación ya le generaba cierta mala leche, su cabreo se hizo monumental cuando le prometieron a un tipo llamado Constancio, que estaba muy bien situado en Roma, pero no era su tipo.

En el apogeo de su pataleta, Honoria encontró un plan para vengarse de su familia: uhmm… ¿no hay un tal Atila por ahí que está mosqueando a Roma? La niñita rebelde pidió ayuda en una carta al rey de los Hunos en la que uuups, también metió un anillo, prometiéndole así ser su esposa y nada más y nada menos que ¡¡¡la mitad del Imperio Romano!!!

Cuando su hermano el emperador Valentiniano III se la montó -debió de montarse muy gorda- Honoria le dijo que no... que Atila le había entendido mal y no le había ofrecido matrimonio... que lo del anillo fue sin querer… en fin, no me hubiera gustado ser la Supernanny dando consejos en esa escena. Su madre, Gala Placidia intercedió por ella para que su hermano no la matase -a diferencia de muchas broncas familiares, esto iba en serio- y sólo la mandó al exilio.

El tema no acabó ahí, porque Atila, dos años después de este incidente seguía erre que erre reclamando la mano de su prometida y su parte del Imperio y llegó hasta la misma puerta de Roma. No llegó a entrar y no se sabe muy bien por qué, pero como diría Michael Ende, esto ya es otra historia.

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